domingo, septiembre 27, 2015

Una de Moto Revue y otra de condensadores y carburadores en trialeras

Una de las consecuencias curiosas de la Impalada 2015 ha sido que la historia de los dos chalados que se fueron en mitad del temporal a Barcelona, terminó saliendo en algún medio de comunicación del motor. Alguno de ellos tan querido para mi como el Solo Moto (que empecé a leer siendo un chaval de 12 años en casa de mi abuela gracias a mis tíos, que lo compraron desde el primer número) y otros que me son menos familiares como "Motor Clásico", en cuyo número 325 parece ser que lo comentan, aunque no tengo el recorte.

Pero debo admitir que me ha hecho especial ilusión la aparición en Moto Revue Clásico. No por el hecho de que no sea una revista española, sino porque el que firma el artículo es el bueno de Manel Garriga, compañero del Moto Club Impala, impalero a lomos de una 175 Sport y, sobre todo, autor de la película documental sobre la Impala a cuyo estreno tuvimos el privilegio de acudir este año con otros amigos del MCI durante los días del Retromóvil de Madrid.

Al acabar la Impalada Manel me pidió charlar un rato sobre mi vida como impalero, y al final se ve que decidió incluir "mi ficha" como uno de los ejemplos de impaleros que incluyó en el reportaje. Sé que no es la mejor elección posible, y se me ocurren muchísimos compañeros que tienen una trayectoria muchísimo más amplia que la mía, pero me alegra mucho que me eligiera ... aunque sólo sea porque gracias a ello tengo una foto que me recuerda a un día tan agradable como fue el de la edición de este año que, sin duda, será una de las que con más cariño recuerde. No en vano será recordada como "nuestra primera vez" por José María y por mí. La primera vez que nos atrevimos a hacer un viaje con las motos, y -por eso mismo- el prólogo de los que Dios quiera que vengan a continuación.

En fin ... espero que me perdonéis la introducción, pero uno también tiene su corazoncito.

Y saltando en el tiempo hasta este fin de semana ... y con ánimo de que Nacho compruebe que el tiempo en la Estepa es mucho más largo que en cualquier otro sitio, os cuento las últimas chapucillas hechas sobre alguna de las trialeras ligeras.

La primera de ellas ha sido la Cota 172 de José María. Que, como él mismo dice, es la hija pequeña de la Cojones Grandes ... al menos si juzgamos por los disgustos que ha dado a su dueño desde que la tiene.

La moto llevaba unos meses en casa, pero no se le había hecho nada desde bastante tiempo atrás. Y el caso es que (según dicen los dueños de los talleres por los que pasó) se le habían cambiado platinos y condensador varias veces sin que con ello la moto dejara de dar fallos de arranque aleatorios al cabo de los pocos días de haberse terminado de arreglar. Supongo que por eso fue por lo que tiempo atrás metimos mano a la carburación, pensando que de ahí podía venir el fallo.

Ayer intenté arrancarla sin éxito alguno inicialmente. Y al ver que la chispa tenía mala pinta, decidí que merecía la pena sacar el volante y comprobar el estado de los platinos. Lamentablemente no hice fotos, pero estaban sorprendentemente picados para el (supuesto) poco uso que tenían el condensador y los mismos platinos. Así que decidí cambiarlos por unos fantásticos Kontact (mucho mejores que los Motoplat), y poner un condensador de electrónica sin ni siquiera retirar el original.


En la foto de arriba podéis ver el lugar donde dejé el condensador: masa sobre uno de los tornillos de la bobina de alta y el otro polo directamente a la entrada de la bobina de alta, sin complicarme la vida. Hecho eso (y ajustado el avance a su valor de fábrica) la moto arrancó bastante bien pese a que la gasolina que llevaba en el depósito era casi tan clásica como la misma moto.

Con este primer éxito en la mano me decidí a hacer algo que estaba en cartera desde hacía un par de años: poner en la Ossa TR80 250 un carburador moderno para ver si con ello eliminaba el molestísimo retardo al acelerar que tenía la moto desde que la puse en marcha. Para ello había comprado un juego de chiclés de alta ... y olvidado comprar el de baja.

Pese a que el carburador tiene la entrada de gasolina en el lado opuesto al grifo ...


... la gasolina llega bien y la moto arrancó aunque muy acelerada. La calé rápidamente y comprobé que el cable se quedaba corto para el nuevo carburador. Nada que un rato de Dremel con tiento y paciencia no puedan arreglar sin desmontar el cable siquiera. A partir de ahí, la moto mantuvo razonablemente el ralentí, y marchó bien con el 125 de alta que le dejé instalado. Pero me da la sensación de que va corta de gasolina en baja, y no dispongo de momento de un juego de surtidores para hacer pruebas. Habrá que pedirlos para un fin de semana siguiente, porque la moto ya parece otra directamente, y me apetece dejarla operativa porque es un cacharro que me trae buenos recuerdos.

Satisfecho con el éxito, abordé el último lío de la jornada, que era repasar la Cota 304, que volvió del campo fallando en caliente más que una escopeta de feria. Imaginad qué punto de partida usé para el caso ...


... condensador de electrónica regalo de mi socio Ramón, que entró en el hueco de la pipa del chasis, que parece como si lo hubieran diseñado para estos fines:


Y de nuevo, tras ajustar avance, la moto arrancó perfectamente y me permitió dejar de nuevo la carburación estable, bajando el ralentí exagerado que le dejé para que mi hija no tuviera problemas con ella el último día que la usó.

Así que día provechoso, si le añadimos que también retoqué el caballete de la Impala Turismo, que está un poco vencido y no sujetaba bien la moto. La verdad es que hay días en que da gusto como rueda todo. Incluso me ha dado la cabeza como para apuntar las faltas de material que hay en el taller para reponer antes de que me puedan dejar parado en mitad de una reparación.

Dios mediante, el próximo fin de semana terminaremos la carburación de la TR 250 y nos iremos al campo a probarla en compañía de la Cota 172. Sería una delicia dejarlas en estado de revista porque son motos ideales para iniciar en el trial a los amigos menos expertos ... o a los amigos de mis hijos.

Las Montesa Gran Turismo

Como sabréis los habituales de estas páginas, este mes de Junio tuvimos la suerte de poder acudir a la Impalada 2015 con las motos. Y la excursión sirvió no sólo como divertimento, sino para darnos cuenta de que nuestras motos son capaces de hacer muchas más cosas de las que podíamos sospechar sus propietarios. Sí, ya sé que todos hemos leído sobre la Operación Impala y sobre cómo estas motos fueron capaces hace 50 años de recorrerse África de abajo a arriba sin mayores problemas. Pero uno lee esas cosas y no les encuentra relación con la Impala que tiene aparcada en el garaje ... hasta que un día se decide a ponerla a prueba.

Y lo malo de hacerlo, es que la moto te enamora, porque la experiencia del viaje en compañía y disfrutando del paisaje nos lleva mucho más allá de donde teníamos previsto ir. Y te quedas con ganas de repetirlo a la primera oportunidad.


Así que, como Fernando y Nacho decidieron devolvernos la visita a Madrid, encontramos una excusa estupenda para echar las motos a la carretera de nuevo. La idea era tan simple como acercarse a Sigüenza a recoger a los que llegaban de Barcelona para acompañarlos hasta Madrid. En total unos 300 kilómetros por carreteras secundarias que, como os podéis imaginar, son un chiste para nuestras montesitas.

Quedamos a las 9:30 de la magna para repasar el plan, pero cuando me dirigía ya al punto de encuentro, recibo una llamada de José María que me cuenta que se le ha fastidiado el cable de gas como a un kilómetro y medio de destino. Le sugerí que intentara cubrir la distancia tirando del cable de gas, y afortunadamente funcionó, con lo que fue cuestión de un cuarto de hora comprobar que el único problema es que se había soltado el prisionero ... lo que convirtió la reparación en una chorreada absoluta que pudimos hacer con las herramientas que llevábamos en la caja ... y los benditos guantes de nitrilo que siempre llevo en la moto y que nos evitan acabar con las manos como cerdos cuando te pasa una cosa de este estilo. Por si fuera poco, los guantes ayudan a inmovilizar el contenido de la caja para que no suene. Todo son ventajas. :-)


A partir de ahí, gasolina y gas para intentar llegar lo más rápido posible al final de un horizonte que en Castilla siempre queda lejano:


Precioso día de final de verano, con una temperatura ideal ...


... y paisajes conocidos desde la Impalada, pero que no me canso de mirar ...


... hasta que llegamos a Sigüenza, en cuya plaza mayor nos esperaban Fernando y Nacho con la Texas y la Sport con que salieron el día anterior de Barcelona.


Toda una diferencia su viaje y  el nuestro. Supongo que el resumen es que un arquitecto y un ingeniero planifican de modo diferente a un economista y un abogado. O más sencillamente, planifican. No os podéis imaginar la precisión con que habían medido paradas, distancias, puntos de aprovisionamiento y previsto casi cualquier incidencia posible. Aunque, como luego se verá, Dios protege más a los imbéciles que a los planificadores.

Abajo reportando en Sigüenza ... el origen del único problema tonto que hubo en el viaje.


Desde allí nos acercamos hasta Jadraque, pueblo donde por alguna razón mi GPS siempre propone una ruta absurda por una carretera infernal de baches, pero donde en esta ocasión nos paramos a comer para cortar un poco el viaje. Deliciosa la tortilla de patatas con cebolla que aparece en la foto. No sé si justifica la visita por si sola, pero nos supo a gloria acompañada de unos pinchos morunos. Curiosamente, estando en la terraza apareció una MV Agusta moderna que aparcó junto a nuestras motos ... con lo que consiguió que nadie le hiciera ni puñetero caso. Las fotos que se dispararon allí fueron todas para el grupo de ancianas con su equipo de viaje.


Terminada la comida (y el intento del GPS de volvernos a meter por el camino de cabras de Jadraque), nos pusimos en marcha, disfrutando de la carretera y la compañía. Pasamos por Fuencemillán, que no formó parte del recorrido de nuestra ida en la Impalada ...


... y tuvimos que parar a cambiar una bombilla en Uceda. Curiosamente una bombilla que Nacho recordaba haber cambiado ¡30 años atrás! en Mallorca, y cuya defunción -que imputamos inicialmente a un sobrerégimen- se debió a un cable pelado en el interior del coco del faro. Descanse en paz.

Como no puedo resistirme, os pongo la foto de la caja de herramientas con que un ingeniero viaja en una Impala. Es impresionante:


Entre otras cosas, no menos de ¡9 bombillas de posición! y una cantidad de llaves que nos hubieran permitido poner el Sputnik en órbita de nuevo si nos hubiera caído en lo alto. Y conste que lo que se ve en la caja roja es sólo una parte del material que transportaban, porque había más cosas distribuidas por el resto del equipaje.

Pero, como os decía antes, tanta planificación hace que Dios no esté tan atento a los ingenieros como lo está con los imbéciles que nos echamos a la carretera sin haberlo pensado demasiado. Por eso se produjo el único incidente tonto del viaje, cuando Fernando se quedó sin gasolina en la Texas. Si en lugar de medir con precisión los cc de aceite que necesitaban los 4 litros exactos que pusieron en Sigüenza hubieran llenado el depósito entero y echado el aceite a ojo, no había pasado.

Conclusión: ¡¡Improvisar es bueno!! ... como Nacho debe haber aprendido.

Poco más que contar sobre el día de paseo con las motos, excepto que nos supieron a poco los 300 kilómetros, y estamos valorando si acudir a la Montesada desde Madrid para devolver la visita a los dos interfectos de la imagen de abajo.


Seguiremos informando.